A mediados del siglo XV, en Mallorca se produjo una rebelión de los pueblos
mallorquines en contra de la aristocracia y la incipiente burguesía de Palma,
conocida como la “revolta forana”. El motivo de la rebelión fue la
desproporcionada fiscalidad que afectaba a los habitantes de las zonas rurales y
la corrupción, una lacra que como se puede ver viene de lejos.
Hoy el presidente Bauzá se enfrenta a otra “revolta” de la “part forana”, y
no sólo entre sus opositores, sino en sus propias filas. El éxito de la huelga
indefinida ha dejado descolocada a la cúpula dirigente del PP en Baleares. El
presidente Bauzá y sus consellers han intentado presentar la huelga como una
protesta de cariz político, pero la realidad ha venido a desmentirles, porqué a
lo que se enfrenta el gobierno del PP es a una revuelta social. En la mayoría de
pueblos de Mallorca, y de las otras islas, la participación en la huelga ha sido
masiva y el apoyo de la población casi unánime. Los alcaldes de los diferentes
pueblos de las Baleares, mayoritariamente del partido popular, ven con
preocupación un movimiento social que amenaza seriamente con arrebatarles su
primacía en los consistorios. Son estos alcaldes del PP de la llamada “part
forana” de Mallorca, los que están forzando a Bauzá a negociar, no quieren
conflictos en sus municipios y menos uno que amenace sus mayorías
conservadoras. Estos alcaldes están permitiendo con sus abstenciones en los
plenos municipales, o incluso con sus votos a favor, la aprobación de
resoluciones en favor del diálogo y de la retirada del decreto del TIL, y llaman
continuamente a Palma para pedir que el gobierno negocie.
Por primera vez en muchos años, los cargos electos del PP piden a su gobierno
autonómico que rectifique, porqué entienden que la reforma es precipitada, poco
elaborada e impopular y, aun peor, que amenaza con echarles de sus cargos en las
próximas elecciones municipales. Y esta es la razón por la que el gobierno del
PP en Baleares se ha sentado a negociar con los sindicatos y con la asamblea de
docentes. El PP de Bauzá le importa poco que la huelga esté perjudicando a los
alumnos y alterando la vida de la comunidad, su interés no está en la mejora de
la educación. Pero a Bauzá y a sus más fieles acólitos les preocupa, y mucho,
que se resquebraje la unidad interna de su partido, porque eso amenaza su
posición de dominio político en las Baleares. Bauzá es un líder autoritario,
ajeno a la cultura y a los intereses de la población que gobierna, que piensa
que los ciudadanos le dieron un cheque en blanco para hacer lo que quisiera.
Bauzá entiende la política como un ejercicio militar, donde sólo cuenta la
jerarquía y la cadena de mando, donde hay que obedecer y no hacer preguntas,
porqué el jefe, él, no se equivoca, no puede equivocarse, y sería capaz de
inmolar toda la comunidad antes que cambiar de opinión o dialogar. Por eso ve
con consternación y antipatía la contestación de los suyos, la juzga como un
acto de infidelidad, de traición, como un acto antinatural.
Si, finalmente, la huelga logra su propósito y el gobierno se ve obligado a
hacer marcha atrás en sus postulados, se habrá conseguido un doble objetivo:
parar una reforma mal estructurada e improvisada y resquebrajar la autoridad
monolítica de un mal presidente.